El año de 1999 fue especial. El salír de la prepa era liberador, pues ya no tendría que seguir viendo temas de física, biología y demás materias para las cuales yo siempre hacía la mísma pregunta de "¿para que me va a servir en la vida?". El tiempo que le había dedicado a dichos estudios sería reemplazado por la práctica de la pasión a la cual le dedicaría mi vida: la ilustración.
Cuando ingresé a la "Escuela de Ilustración" (ahora llamada Universidad Norman Rockwell), mis deseos de convertirme en un excelente profesional estaban en el tope, así como las ganas de conocer a gente que compartiera mi gusto por los comics, videojuegos y series de animación. Sobre esto último, debo decír que en la prepa nunca me sentí identificado con la inmensa mayoría de chavos de mi edad. Claro que tenía buenos amigos y siempre era motivo de alegría el platicar con ellos, pero al igual que a muchos de nosotros nos pasa en determinados momentos de la vida, me sentía sólo en medio de un mar de gente.
Los primeros días en mi nueva escuela me mostraron un ambiente de gran unión entre los alumnos, pues los grupos eran chicos y por lo mismo todos se conocían en la institución.
Había todo tipo de artistas en la escuela, desde los que deseaban emular las obras de Salvador Dalí, pasando por los que representaban imágenes oscuras y con temas macabros, hasta los que, como yo, éramos considerados los "chicos cómic". De cualquier manera, era perfectamente normal que un chavo de mi edad (que en ese momento era el más jóven de toda la escuela) se deslumbrara continuamente con el trabajo de los compañeros que llevaban más tiempo en la escuela. Debido a esto, es que acostumbraba entrar a los salones de otros grupos a ver sus trabajos, actitud que frecuentemente era recibida de buena manera por mis excompañeros. En una de estas visitas a aulas ajenas, encontré a un sujeto morenito y muy alegre a quien ya había visto anteriormente en partidos de basquetbol y que siempre había mostrado un inmenso carísma. Su nombre: Napoleón.
-Napo, a punto de echarle colmillo a un elote =P-
Desde el instante en el que comenzamos a hablar, surgió una química que muy pocas veces he experimentado con alguien. Teníamos casi los mismos gustos, habíamos visto con adoración las mísmas series y películas, leíamos lo mismo y complementábamos increíblemente los chistes del otro. Napo, (como le decímos de cariño) significó para mi, no sólo el ver por primera vez muchos aspectos de mi reflejados en otra persona, sino también ser como él en aquellos que no.
Mis charlas con el buen Napo siempre incluían risas, temas de fantasía, sueños de crear cosas juntos y recuerdos de viejas series.
Seguramente recuerdan que en el post referente a Píndaro mencioné que él era el hermano mayor que nunca supe que quería tener hasta que lo conocí, bueno con Napo me pasó algo parecido, pero en su caso, él es el hermano de mi edad (simbolicamente hablando, porque me lleva 2 años) que me hubiera gustado tener. Si mi niñez la hubiera compartido con Napo, no tengo la menor duda de que hubiera sido aún más maravillosa de lo que fue.
Napo es una de las mejores personas que conozco y de verdad agradezco al destino que hubiera puesto a la Escuela de Ilustración en nuestro camino, pues gracias a que ambos entramos ahí es que lo conocí (de hecho, el haber estudiado ahí cambio mi vida, pero esa es otra historia y será contada en otro lugar).
-Napo y Suldyn haciendo homenaje a Pierroth y Love Machine respectivamente!!!-
Napo es mi hermano del alma y de verdad que ni cien posts como este podrían alcanzar a describir lo felíz que me hace ser su amigo.
4 comentarios:
Todos queremos a Napo!
:)
No cabe duda que esta serie de posts son muy chidos, felicidades maestro!!
Napo es la neta del planeta!!!
Compadre cada que me siento deprimido leo este escrito y me levantas el animo, la neta tu tambien eres mi hermano y tu eres de las pocas personas que han marcado mi vida, gracias por ser mi amigo.
PD. estoy deacuerdo con el comentario del Pei. jajajajajajaja
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